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Get Out: emplazamiento de producto

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Ocurre con escasa frecuencia que una película de género alcance un éxito comercial tan abrumador como el de Get Out , en España conocida como Déjame salir . En nuestro país incluso consiguió ser la película más vista durante la semana de su estreno, a pesar de haber estado a punto de ser una nueva víctima del tradicional maltrato que en nuestro país suelen sufrir las producciones de terror, ciencia ficción y demás: Get Out fue estrenada tan solo cuatro días antes de que en los EE.UU. se pusiera a la venta en los formatos domésticos usuales. Pero aunque todavía no he tenido ocasión de ver esta película, he llegado a conocerla de una manera íntima en exceso tras haber leído demasiados textos sobre las bondades de su combinación de elementos de horror y comentario social. Su presencia en los medios ha sido apabullante y me he topado con ella en blogs, podcasts, prensa generalista y hasta publicaciones alternativas como La Marea , que normalmente tienden a reservar su espacio para otro

¡Universo!: costumbrismo cósmico

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Los Premios Eisner vienen entregándose desde hace ya casi tres décadas pero no he sido consciente de su existencia hasta hace muy poco tiempo. Quizá mi particular ignorancia al respecto viniera motivada por el marcado carácter local del galardón, concebido para premiar a trabajadores de la industria estadounidense del cómic y que solo ocasionalmente recaía en autores europeos. Ni siquiera estoy completamente seguro de ello pero creo recordar haber descubierto estos premios cuando el cuarto volumen de Blacksad se alzó con uno, generándose cierta polémica con el subsiguiente comunicado del guionista Juan Díaz Canales, en el que expresaba su rechazo a que la administración pública empleara su nombre como parte de la estrategia promocional para la entonces recién creada «Marca España». El número de historietistas procedentes de nuestro país que ha alcanzado cierto reconocimiento en los Estados Unidos no ha dejado de crecer desde entonces, debido principalmente a aquellos que trabajan e

El infierno son las adaptaciones

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Con independencia de los criterios que utilicemos para medir el éxito, parece incuestionable que Neil Gaiman es un valor en alza. El reconocimiento le llegó a este escritor británico a una edad relativamente temprana gracias a Sandman , una serie de cómics que nunca ha dejado de ser leída, apreciada o reeditada y a la que recientemente su autor ha añadido Overture , un nuevo volumen que funciona como una historia previa: lo que ya hasta la misma RAE llama «precuela». Sin embargo, la producción literaria de Gaiman no se circunscribe al mundo del tebeo e incluye un buen número de novelas y narraciones más breves, además de esporádicos trabajos como guionista. No obstante, la mayor parte de la fama actual —y los ingresos— de Gaiman parece proceder principalmente de adaptaciones de su obra. Dejando de lado una Neverwhere que en realidad fue escrita originalmente para la televisión, ya hemos visto versiones cinematográficas de Stardust y Coraline . Pero esto es poca cosa en comparaci

Double Star: la vieja política

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Con el paso del tiempo he terminado por incluir a Robert A. Heinlein en la difusa categoría que reservo para los escritores de quienes echo mano cuando me invade la inapetencia lectora. Muchos de los temas tratados en la obra de Heinlein son de gran interés pero siento especial fascinación por el voluble ideario político que se desprende de su producción literaria. Resulta fácil sentir extrañeza ante un autor capaz de exhibir tanto el protofascismo militarista de Starship Troopers como las posiciones más que libertarias de que hace gala en Stranger in a Strange Land . Y aunque ideas tan divergentes procedan de una misma pluma, no hay que olvidar que la mano que la empuñaba perteneció a un ser humano dotado de la capacidad de modificar sus opiniones en función de un recorrido vital que le es único. A pesar de ser una de las novelas de Heinlein en las que la política aparece de manera más explícita, Double Star explora temas diferentes. La premisa inicial de esta obra es el secues

Nueva perspectiva horrenda

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El reciente fallecimiento del director estadounidense Jonathan Demme ha venido a confirmar que existe un tipo de seguidor del cine de terror acomplejado por la crónica falta de reconocimiento experimentada por el mismo. Referirse a El silencio de los corderos como el único largometraje de terror que ha recibido un Óscar a la mejor película es, como mínimo, una apropiación muy traída por los pelos: si bien es cierto que esta icónica película de 1991 contiene más de un guiño a las convenciones del subgénero, su inclusión en el mismo no parece en absoluto pertinente. Sin embargo, existen numerosas películas de terror que aparecen frecuentemente en todo tipo de listas de «lo mejor de», con algunos de estos títulos siendo considerados obras clásicas de visionado «imprescindible» para todo cinéfilo. Las menos incluso llegan a ser mencionadas entre las mejores obras de sus directores, como El resplandor de Stanley Kubrick, Alien de Ridley Scott o El exorcista , de William Friedkin.

Incorporated: marco y lienzo

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A pesar del gran florecimiento que experimentó a fines del siglo pasado el cyberpunk ha dejado de estar de moda y, salvo un reducido número de excepciones como la paupérrima Elysium , el grueso de la ciencia ficción popular discurre hoy por otros cauces. Una de las posibles causas es que la realidad que nos está tocando vivir tiene cada vez se asemeja más a los perturbadores futuros imaginados por las luminarias del subgénero. Incluso el propio William Gibson llegó a aducir razones de este tipo para abandonar las ambientaciones futuristas casi por completo durante varios años, aunque finalmente las haya recuperado para The Peripheral , su última novela. Por eso la relativa rareza de una serie como Incorporated ha captado mi interés casi desde el principio, aunque la aparición de las vallas publicitarias anunciando el comienzo de su emisión casi haya coincidido con la noticia de su cancelación. Pero lejos de desanimarme, saber que me enfrentaba a una obra con su duración limitada a

Ullages: medio limón

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El debut de Eagulls fue uno de mis discos preferidos del no tan lejano 2014, durante el brevísimo periodo en el que esta banda de Leeds aún disfrutaba de un cierto trato de favor por parte de la prensa musical británica. Sin embargo, no resulta especialmente llamativo que su segundo trabajo no tuviera una acogida similar tan solo dos años después, con la tibieza de la mayor parte de las críticas induciendo a considerar este disco como una víctima más de la llamada «maldición del segundo álbum». Ya desde su anagramático título, Ullages parece proclamar la intención del grupo de introducir cambios sin renunciar completamente a continuar siendo reconocibles. Así, buena parte de la ira destilada por su predecesor ha mutado en un no del todo sorprendente gusto por la melodía, acompañándose además por una no tan esperable ralentización del tempo de sus composiciones. Canciones como «My Life in Rewind» o «Lemontrees» también revelan el hallazgo de más de un punto en común con Echo and t